Los hijos del Padre


 Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él. Romanos 8:9


Tal vez este título nos suene algo repetitivo, pero quiero que me acompañes a desglosar un poco la siguiente parábola que quiero compartir contigo.

Un padre acaudalado y dueño de una gran y prestigiosa empresa de una ciudad tenía dos hijos, ya el magnate contaba con una edad muy avanzada y mucho tiempo pensando en cuál de sus hijos estaría dispuesto a dejar la responsabilidad de hacerse cargo de los negocios de su amado padre, de pronto le surge una idea, enseñarles a ambos todo lo necesario para que algún día no muy lejano pudieran alcanzar ser buenos  administradores de los bienes de su padre.

Al cabo de un tiempo de haber implementado su idea dejó a cada uno por separado siendo líderes en la empresa, y pudo observar cómo uno de sus hijos cuando aprendió las lecciones hacía bien su trabajo y lo respetaban (era un líder nato como su padre), sabía manifestar la presencia de una buena directriz y se sentía un ambiente de orden, sin embargo, el siguiente hijo no llevó a cabo este tipo de acciones, aunque tuvo las mismas enseñanzas y oportunidades no supo acatar bien las responsabilidades que su mentor le había enseñado, cuando llegaba a la empresa no se comportaba a la altura correspondiente y no hacía su trabajo, dejando a otros su responsabilidad e ignorando la importancia de la empresa para su familia y región. El hijo no se parecía ni manifestaba al padre.

Así pasa con muchos de nosotros que aunque somos hijos de Dios y tenemos todas las instrucciones en nuestro manual (La Biblia), muchas veces nos sucede como al hijo que no supo administrar la empresa. Dios en su misericordia envió a Jesús para darnos el mayor ejemplo de cómo vivir una vida cimentada y arraigada con nuestra fe en Dios, y que siendo Dios también fue hombre tentado en todo (Hebreos 4:15-16) pero supo y pudo manifestar la gloria y la presencia de su padre aquí en la tierra (Juan 1:14). ¿Qué mayor ejemplo podemos tener sino éste? Jesús vino para hacernos coherederos y administradores juntamente con El de la gloria y la creación del Padre. 

La tierra anhela fervientemente la manifestación de los hijos que podemos administrar y usar bien los recursos que Dios ha puesto en nuestras manos para hacer sentir la presencia del Padre en su más grande y poderosa empresa que es su creación. Piensa por un momento que estamos aquí pero somos peregrinos y extranjeros; el tiempo que Dios nos ha dado para estar en su empresa debemos aprovecharlo y aprendamos a ser buenos hijos que sean capaces de manifestar su gloria, presencia y plenitud aquí en la tierra. Somos la generación de la que habló el profeta Joel (Joel 2:28-29) así que vamos a levantarnos y proclamar a Jesús, el Señor nuestro, mostrar su amor y bondad al mundo entero.

¡Vamos a manifestar la gloria de nuestro padre!

Por: Daker Martinez

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