Todo por más
“Jesús había ido a Betania, a casa de Simón, al que llamaban el leproso. Mientras estaba sentado a la mesa, llegó una mujer que llevaba un frasco de alabastro lleno de perfume de nardo puro, de mucho valor. Rompió el frasco y derramó el perfume sobre la cabeza de Jesús.” Marcos 14:3
Esta fue la segunda ocasión donde una mujer ungió al Señor con una fragancia. A diferencia de la primera ocasión, aquí se menciona la acción en la cual la mujer rompió el frasco de alabastro que contenía el valioso perfume.
El frasco estaba hecho de un material llamado alabastro parecido al mármol pero más manejable. Los perfumes eran muchas veces guardados en frascos de este material, importado en ocasiones. El alabastro también se hallaba en palacios reales.
De ambos elementos mencionados en el pasaje, el más importante era el perfume con el cual Jesús sería ungido, no quitando así esto el valor que tenía el frasco que lo contenía.
Sin embargo al instante del ungimiento del Señor por parte de la mujer, el frasco pasaba a ser un obstáculo para cumplir el propósito el cual Dios había determinado para ese momento. Aunque de valor para la mujer, ella decidió deshacerse de este para cumplir el propósito establecido, ungir a a Jesús.
Personas, logros, formas de pensamiento, reconocimientos, estudios, habilidades y más, son muchas veces el frasco de gran valor para nosotros llegan a ser el retén que impide manifestar lo que Dios quiere hacer con lo que depositó en nosotros.
Así cómo esta mujer debemos estar dispuestos a quebrar en entrega total al Señor aquello de valor pero impedimento al mismo tiempo, entendiendo que la Voluntad de Dios es más gloriosa que cualquier otra cosa de gran estima para nosotros.
El recuerdo de esta entrega total ahora es testimonio en todo lugar donde se anuncian las buenas noticias.
Entreguemos lo temporal por lo eterno.
Filipenses 3:8
Por: Sietze Attema
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