El valor de la oveja perdida
¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas, y se descarría una de ellas, ¿no deja las noventa y nueve y va por los montes a buscar la que se había descarriado?
(S. Mateo 18:12)
¿Alguna vez te has puesto a pensar en cuánto vale una oveja perdida? Un animal cuyos productos son más comerciales que para otros fines, con una inteligencia muy inusual que en ocasiones apenas da para aprender sus nombres, con una simpleza tan distintiva que hace a su pastor la tarea cada vez más difícil al desarrollar de la mejor manera posible la habilidad de extraviarse en los caminos; un animal, con quien precisamente el Gran Libro compara al ser humano, un animal que en un tiempo fuiste tú, fui yo.
Ahora bien, estas líneas no son para apuñalar a tu ego recordándote cuán dependiente eres de un pastor, sino para recordar que una oveja perdida, tan solo una, vale justo el despojo de un Rey de toda su grandeza para convertirse en un vil pastor; vale la encarnación de la persona más importante del universo para nacer en un simple rebaño; vale la humildad de "El que ha de venir", quien no escatimó su deidad para codearse con ladrones o prostitutas, sin importar que tan vil sean; vale cada latigazo incrustado en lo profundo de su piel, cada espina lacerando la tan delicada estructura que conformaba su bello rostro, cada clavo atravesando su cuerpo para someterlo a un objeto de maldición, siendo Él, de los humanos, el único Santo, 3 veces Santo.
Una oveja perdida vale cada gota, sin desperdiciar ni una, de la sangre de Cristo, quien nos hace un llamado a modelarlo a Él en nuestro diario vivir y que por tanto, debe provocar en nosotros un sentimiento similar tras la perdición de la humanidad. Pero, ¿Qué pasa cuando siento que esa oveja perdida soy yo? Sencillo, Él deja las 98, para hacerte parte de las 99 y usarte como recurso para completar las 100.
Por: Frency Castro